Aunque menciona la realidad boliviana, el artículo de Carlos H. Molina es perfectamente aplicable a cualquier ciudad, y retrata una realidad urbana que nos pone en un dilema: ¿podemos aprovechar los pocos momentos de ocio de manera productiva?
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La realidad poblacional boliviana nos lleva a vivir en ciudades. Esta afirmación tan simple adquiere características de preocupación por la ausencia de Consciencia Urbana que tenemos. La medida de esta categoría se da en conductas muy simples que pasan desde comportamientos cotidianos (separación de la basura en la casa, respeto a las paradas de buses, protección del peatón, existencia de espacios de uso público que alienten la vida sana y el desarrollo de capacidades culturales y humanas, ciclovías, oferta cultural orgánica…)
Posiblemente la categoría que resume este conjunto de relaciones de la persona con la Ciudad, sea el Ocio Productivo. Este término expresa el modo cómo la persona utiliza el tiempo que tendría que ser de uso personal, luego de descansar y trabajar en la cotidianidad, y el sábado y domingo.
¿Qué oportunidades me ofrece la Ciudad para desarrollar mis capacidades, individuales y colectivas, en el marco de mi comunidad? Deporte, cultura, recreación, museos, bibliotecas, actividades de recreación, existencia de canchas deportivas de acceso público, prácticas organizadas de actividades físicas, dan la fisonomía de un espacio en el que la persona es el centro de atención.
Si todo esto es lo positivo, lo que tenga que ver con lo contrario atenta contra este nuevo derecho humano. Dos son los síntomas directos que tienen que ver con el respeto de quienes vivimos en ciudades: el transporte público y los trámites administrativos.
Un sistema de transporte deficiente, desarticulado, carente de calidad, de calor humano, de condiciones técnicas, disminuye el tiempo para el Ocio Productivo. Consideremos que el tiempo que pasa una persona trasladándose es un espacio improductivo, que sumado a las horas de todos los viajeros urbanos, ya se está midiendo en términos económicos lo que ello significa.
El otro es más cruel, desde todo punto de vista. Las filas a las que nos acostumbramos como si fueran normales para hacer cualquier tipo de trámites, con el riesgo de que faltan requisitos, vuélvase mañana o la autoridad está de viaje y por ello no despacha, se convierte en una ofensa a la racionalidad humana y un abuso por parte de las administraciones. Una fila para ingresar al estadio o a un espectáculo público no es similar al que se realiza para alcanzar un cupo de salud que obliga a los pacientes estar desde la madrugada, la obtención de un certificado, de una autorización, de un documento… ese tipo de filas son un real atentado contra los administrados, y el tiempo que le están robando al desarrollo de su creatividad, de su Ocio Productivo.
El Ocio Productivo es un derecho que debemos incorporar a nuestra vida cotidiana. De manera plena y con consciencia ciudadana.