Hoy, las oficinas de las empresas más innovadoras son lugares abiertos, divertidos e informales en los que nadie tiene un lugar fijo. Pero la pandemia del COVID-19 nos lleva a preguntarnos si esos lugares de trabajo son los mejores para evitar la propagación de enfermedades.
Hace años que está siendo cuestionada la tendencia a concentrar oficinistas en espacios abiertos, en sus propios escritorios o en mesas comunes, sin espacios reservados. Muchos afirman que producen distracciones, dificultades para concentrarse, crean una sensación de falta de privacidad y de propiedad del espacio que aumentan el estrés laboral. Además de que las estadísticas muestran que, en esos entornos, las tasas de ausentismo por enfermedad son crecientes. Lo que, finalmente, perjudica la productividad.
El ingeniero Moisés Altman, dueño de Altman Construcciones y desarrollador de edificio de oficinas innovador en términos de sustentabilidad, afirma que lo que más importa en una oficina es el aire que se respira.
“En una época, en los Estados Unidos, a las torres de oficinas se las llamaba ’edificios enfermos’ porque la gente se contagiaba por estar encerrados. En Altman Eco Office, el primero en el país que obtuvo la certificación LEED Platinum, el sistema de ventilación y refrigeración toma el aire a más de 50 metros de altura para que sea lo más puro posible, lo filtra y, a la vez, un extractor saca aire viciado del ambiente y lo va purificando. Hay un sensor de dióxido de carbono en cada oficina que, a medida que el aire se va enrareciendo, lo va extrayendo e inyectando aire puro”, explica como ejemplo de los avances tecnológicos que pueden mejorar las condiciones de salubridad de las oficinas más allá de su diseño.