¿Sabías que en Egipto ya existían Godínez dedicados al trabajo administrativo antes del siglo XIX? Claro, sin horario establecido de trabajo ni área para guardar los tuppers ¡mucho menos les decía Godínez! Pero de que existíamos, existíamos.
Gracias al ensayista inglés Charles Lamb es que conocemos mucha de la vida godinezca en las primitivas oficinas del siglo XIX, ya que documentó sus labores oficinistas del departamento de contabilidad de la Compañía Británica de las Indias Orientales, donde reveló que para hacerse del puesto se tenía que realizar un depósito de 500 libras (alrededor de $12,910.00 pesos como fianza) para que los patrones pudieran asegurarse del buen comportamiento de los empleados quienes solo lograban percibir una gratificación anual de 30 libras ¡imagínense!
Lamp externó en sus ensayos: “Durante treinta años he servido a los filisteos y mi cuello aún no ha sido dominado por el yugo. No sabes lo fatigoso que resulta respirar el aire confinado entre cuatro paredes, sin descanso días tras día durante las horas doradas del día, entre las 10 y las 4, sin reposo o interposición”.
A este punto te preguntarás ¿En qué consistía exactamente aquel trabajo de oficina tan cargante? Además de mantener la contabilidad y tener al día los cobros, los oficinistas ocupaban buena parte de su jornada redactando correspondencia o documentos legales, sobre todo antes de que aparecieran los primeros métodos de copiado, ya que ningún papel se escribía una sola vez, por ello, algunas firmas exigían tres copias de cada carta, una para archivar y otras dos para enviar por correo, en el caso de que una de ellas no llegara a su destino.
Pero, según el periodista norteamericano Nikil Saval, autor del libro El cubículo. Historia secreta del lugar de trabajo, pertenecían en cierto sentido a la élite, ya que se requería un conocimiento del idioma y una especialización en los términos comerciales que impedía el acceso de los inmigrantes a la profesión… En ese aspecto no ha cambiado mucha ¿verdad?