Hoy le rendimos homenaje a la cantante, compositora y pianista estadounidense Eunice Kathleen Waymon, más conocida como Nina Simone, quien estaría cumpliendo 85 años.
El arte y la lucha en contra del racismo tuvieron el mismo punto de partida para Nina Simone, quien nació el 21 de febrero de 1933. Durante su debut oficial como niña prodigio del piano, a los diez años, sintió por primera vez la discriminación. Ella había reservado algunos asientos en primera fila para que fueran ocupados por sus padres y sus hermanos. Esas localidades de lujo debían ser parte del pago por su presentación en un pequeño auditorio en su natal Tryon, Carolina del Norte.
Sin embargo, cuando Eunice Kathleen Waymon, quien aún no había adoptado su nombre artístico, salió a escena se dio cuenta de que las sillas destinadas para sus familiares estaban siendo ocupadas por blancos. Trató de encontrar una respuesta lógica ante esa arbitrariedad y la única razón que escuchó era que sus parientes habían sido desalojados por su color de piel y que les habían asignado unas butacas en la parte posterior de la sala para que pudieran aplaudir, desde lejos eso sí, a la naciente estrella.
A partir de entonces muchas puertas se le cerraron por su condición afrodescendiente. Le negaron un cupo en una Universidad de Filadelfia a pesar de que tocaba piano desde los tres años cuando sus brazos casi ni alcanzaban el teclado del órgano en el que su madre, Mary Kate, interpretaba las canciones de la iglesia metodista que lideraba en ese tiempo.
Fue rechazada para desempeñar varias actividades artísticas con el mismo argumento discriminador, hasta que encontró una oportunidad de ocupar una plaza en un bar de Atlantic City en el que buscaban con mucho afán a una cantante. Nina Simone se presentó como pianista, lo único que era en aquel momento, y fue prácticamente obligada a acompañar con su voz las notas magistrales de su instrumento.
En ese local nocturno terminaron los días para Eunice Kathleen Waymon y surgió Nina Simone. El nombre lo sacó de un apodo cariñoso de su pareja sentimental, mientras que el apellido lo tomó de la actriz francesa Simone Signoret, a quien admiraba por su versatilidad y por hacerle frente a roles exigentes a los que muchas colegas habían dejado a un lado por miedo a ser encasilladas.
Por fortuna, ella encontró el respaldo suficiente para comenzar a evolucionar como compositora y tuvo a la distancia a dos grandes maestros: George Gershwin y Duke Ellington. Sus influencias marcaron el sendero de que ella quería para su carrera. Los hábitos en las partituras, el manejo de emociones, el biorritmo, las intencionalidades y hasta los silencios de estos dos genios de la músico fueron asimilados por Simone.
Tuvo contratos jugosos con grandes firmas discográficas que le sugirieron modificar su sonido. Sin embargo, Nina Simone siempre dijo que su arte necesariamente debía estar sintonizado con el ancestro y que por eso no se podía mover del góspel, el jazz, el blues y el soul. Era lo que ella sentía. Lo que llevaba por dentro. Siguió de cerca los aportes sociales y políticos de personajes como Martin Luther King y Nelson Mandela y trató de aplicar sus filosofías tanta en sus creaciones como en sus interpretaciones.
El mundo la conoció como La sacerdotisa del soul y ella asumió esa responsabilidad con sus tonos mayores. Murió en Francia el 21 de abril de 2003 y en la atmósfera siguen sonando sus canciones, continúan dando vueltas sus actitudes contra la discriminación y se mantiene firme su lema: “Negro es el color”.