Planteémoslo de esta manera: invertimos unas 8 horas diarias y 40 semanales en nuestro puesto de trabajo y la oficina es nuestro segundo hogar. A pesar de ello, siempre sentimos que las tareas se acumulan y que el ritmo de trabajo no es tan fluido como desearíamos.
Mientras se sigue discutiendo y barajando la flexibilidad horaria y la modificación de las jornadas, podemos cambiar algunos hábitos y seguir algunas buenas prácticas para crear un ambiente de trabajo más propicio al buen rendimiento.
- Planificación / Todo comienza con una buena organización y una programación previa de las tareas y gestiones. Tu primera tarea del día debe ser revisar tu programa del día, chequear que está todo en orden y, así, visualizar la jornada que tienes por delante.
- Rutina / Apuesta por crear una rutina de trabajo y házselo saber al resto de compañeros. Y mejor aún, cread una rutina conjunta, de manera que uséis los mismos tiempos para tareas que suponen más concentración. También podéis acordar cuál es el mejor rato para reuniros, trabajar en equipo, hacer llamadas,…
- Llamadas / Las llamadas continuas son un tipo de interrupciones a los que nos sometemos y que afectan bastante al ritmo de trabajo. Si necesitas unas horas de máxima concentración y sin molestias, no atiendas llamadas. Pide que tomen nota de los recados y, una vez hayas acabado, puede dedicarte a devolver las llamadas.
- Reuniones / Todos los trabajadores coinciden en que las reuniones de trabajo suelen ser más largas y dispersas de lo que deberían. Lo ideal es que no duren mucho tiempo, se tenga claro el motivo de la reunión y todo el mundo lleve preparado su tema o las preguntas que debe hacer.
- Silencio y concentración / Es anecdótico, pero las oficinas suelen ser espacios ruidosos donde es difícil conseguir un ambiente propicio al buen trabajo. Intenta fijar con tus compañeros periodos de silencio y tranquilidad, evitar conversaciones y atender las llamadas en otro espacio.