Trabajar en una organización es como comprometerse con una pareja. A partir del «sí, quiero» compañeros y jefes formarán parte de nuestro día a día ¿Lo habías imaginado así? Los compañeros de trabajo y la familia política no se pueden escoger, compramos el kit completo.
A veces, la química surge y una cuñada se convierte en nuestra hermana o un compañero de trabajo puede engrosar la lista de nuestros mejores amigos. De la misma manera, un familiar político puede amargarnos la vida y un jefe o compañero tóxico nos hace enfermar. La diferencia es que en el trabajo arriesgamos más que una mala o buena comida de Navidad. Están en juego nuestro desarrollo profesional, nuestros objetivos, nuestro sustento y el de nuestra familia.
Promover el «buen rollo» ayuda a pasar mejor la jornada y esto repercute en los resultados. Cuando el ambiente de trabajo es distendido nacen las relaciones personales entre empleados y también con los jefes. Esa cercanía favorece que se establezcan vínculos cercanos y de confianza y también que, en ocasiones, sea difícil separar los sentimientos de las funciones.
En el polo opuesto, la situación económica o la propia cultura empresarial produce organizaciones enfermas, con empleados quemados, estresados y desmotivados. La precariedad laboral, la sobrecarga de trabajo y responsabilidades, los objetivos inalcanzables, las largas jornadas laborales, el mobbing o las conductas de acoso suponen que el estrés laboral sea el segundo problema de salud vinculado al trabajo más frecuente en Europa.
Un buen equipo de compañeros puede ser un antídoto en cualquier contexto, pero es necesario crear un marco relacional donde jefes y empleados asuman principios y límites. El equilibrio en las relaciones. Si desea ser un líder positivo y humano y dirigir a sus equipos desde la salud ha de tener en cuenta tres principios básicos, según la Psicología Positiva.
Hay que evitar el paternalismo, el lado dulcificado del autoritarismo, aceptando que los empleados no van a estar de acuerdo en todo y que no estamos allí para cubrir necesidades insatisfechas de la infancia o dar salida a problemas personales. La misión es motivar, no consolar. Isa, directora de RRHH, es tan empática con su secretaria que a menudo hace su trabajo porque ella ha de resolver sus problemas personales en el horario laboral.
Es adecuado escuchar asuntos personales de manera superficial pero no ser el terapeuta de nadie. Se puede bromear sin olvidar que hay momentos de seriedad necesarios. Y, desde luego, evitar hacer comentarios sobre sexo, raza, edad o religión que puedan ser malinterpretados. En definitiva, hacer notar que se es el capitán del barco pero que no llegaría a buen puerto sin su tripulación. Ser un buen compañero significa tener empatía y ser cooperativo, hacerse cargo de su área de responsabilidad y, a su vez, tener la posibilidad de diferir y hablar con voz propia.
En definitiva, es conveniente llevarse bien sin llegar a ser íntimos. Como jefe o compañero podemos ser receptivos, empáticos y aprender a negociar, pero nunca ceder nuestros derechos.