En México acabamos de entrar en la fase 3 de la crisis del COVID-19 y todavía no tenemos, tal como sucede en otros países, una certeza de cuándo regresaremos a nuestra rutina diaria. Lo que sí es seguro es que las medidas de distanciamiento y protección que hemos tenido que practicar, han puesto sobre la mesa algunos cambios y adaptaciones que tal vez conservaremos más allá de estos tiempos extraordinarios.
Uno de ellos es el trabajo desde casa, home office o teletrabajo, como resultado, es posible visualizar un cambio permanente hacia la adopción masiva del trabajo vía remota, pues las personas están cambiando sus hábitos.
En 2018, se tenía registrado que el 56 % de las empresas ya permitían el trabajo desde casa. En últimas fechas, se ha convertido en una necesidad que muchos directores no habían considerado como algo habitual en la mecánica de sus empresas. Sin embargo, ya no podemos aplazar incluir esta política de trabajo en más espacios laborales en donde es factible, y quizá todavía haya personas que se oponen un poco.
Y es de esperarse, pues las costumbres son difíciles de eliminar de nuestro sistema. Cuando se crea una empresa, familiar o simplemente una pyme, se confía en que pueda establecerse una dinámica que dé pie a la colaboración entre equipos, una comunicación clara y constante para no perder actualizaciones ni toma de decisiones importantes y, por supuesto, una camaradería que convierta a colaboradores en amigos y a familiares que trabajan juntos en personas más unidas. ¿Que un puñado de empleados hagan su parte a distancia o, peor aún, que todos estén instalados en sus propios espacios, sin compartir pláticas a la espera del turno en el microondas? Era imposible de concebir, seguro, hace unos quince años. Las cosas han cambiado mucho.
Por eso, primero hay que hacer lo más importante: quitarnos prejuicios sobre el trabajo a distancia que hemos aprendido de otros o que se nos quedaron por una mala experiencia. Uno de los más comunes es que si alguien trabaja sin supervisión, seguramente no cumplirá con su deber. En mi experiencia como consultor en estos menesteres, me permito afirmar que si eso pasa es más culpa de quien está a cargo que del empleado irresponsable.
La clave es empatía, por lo que es indispensable hacer un esfuerzo por estar al tanto del avance de cualquier empleado sin convertirnos en un obseso del control.